Alimentos con bioacumulantes tóxicos

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Interesante artículo de Alfredo Saltos Guale, en la que nos pone al día sobre las consecuencias para el organismo de la bioacumulación

No se duda que la mayor parte de los alimentos que la población consume tiene residuos de pesticidas químicos resultantes del control de plagas de los cultivos de donde provienen; los organismos de control se esmeran por recomendar acciones que minimicen la presencia de tóxicos o se mantengan en los niveles que la legislación preceptúa. Últimos informes de la entidad reguladora de la Unión Europea han determinado que los productos agrícolas ecuatorianos sí se ajustan a los mínimos requerimientos o no rebasan los contenidos máximos perjudiciales para la salud.

Los datos en las etiquetas de un producto alimenticio no detallan en su contenido la porción tóxica de pesticidas, hormonas, dioxinas y metales pesados que casi siempre intervienen en los procesos productivos convencionales, dejando trazas imperceptibles, aun cuando su exagerada presencia es posible detectar a través de los sentidos humanos, pues es típico oler y hasta saborear rezagos de químicos cuando han sido aplicados antes de la cosecha, dentro del período de veda absoluta de controles químicos a observarse estrictamente, en cuyo caso deben rechazarse sin titubeos. Algunas sustancias dañinas son bioacumulantes, o sea que el consumo constante de alimentos que las contienen en mínima proporción se suman en el organismo hasta alcanzar valores causantes de enfermedades mortales.

Hay hortalizas y frutas más propensas que otras a acumular residuos inapropiados, lo cual ha sido determinado por una organización no gubernamental americana EWG o Grupo de Trabajo Ambiental, que ha identificado doce alimentos frescos que integran una lista negra, los cuales deben degustarse cuando han sido certificados como orgánicos, si es que no se tienen los antecedentes de los pesticidas utilizados. El primer lugar lo ocupan las fresas, seguidas por manzanas, apio, uvas, cerezas, papas, pimientos, pepinos y tomates, entre los más conocidos en nuestro medio, capaces de acumular residuos de diez o más agrotóxicos.

Lo grave de la bioacumulación es que no manifiesta al principio síntomas preocupantes, pues es a través del tiempo y consumo continuado lo que provoca desórdenes serios en los sistemas nervioso, glandular e inmunológico, generalmente con fatales consecuencias. Adicionalmente hemos de expresar el peligro que implica la aeroatomización de químicos que dejan partículas activas en el aire que respiramos y se transportan a los sectores poblados movidas por el viento, caso típico de las fumigaciones con glifosato para la destrucción de plantíos de coca en la zona fronteriza norte.

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